26 de marzo de 2005

El buque fantasma.

Un viejo carguero navega por los mares abrazados del trópico y no puede detenerse en ningún puerto porque ningún país le autoriza aproximarse a sus aguas, los pasajeros se hacinan en las bodegas y escrutan sin esperanza el horizonte oceánico y con el paso del tiempo no saben cuanto tiempo llevan a bordo, ni el lugar del mundo en el que se encuentran.

Son mas de 400, agobiados por el calor de las laminas metálicas, bebiendo agua tibia y turbia que sabe a oxido y a metal. Entre ellos hay mujeres embarazadas que ven acercarse con miedo como se aproxima el día en que darán a luz. Huyen del hambre, de la persecución política y el fanatismo, casi todos son vigorosos y están en edad de trabajar, pero en ninguna parte quieren aceptarlos y cuando el barco se acerca demasiado, van a hostigarlo lanchas militares con hombres armados, como si en el viajara una muchedumbre de forajidos o de enfermos contagiosos.

En 1942 viajo como refugiado en el fondo de una bodega de un barco que cruzaba el atlántico, un escritor español llamado Max Aub. Imaginando una obra teatral basada en la mala aventura muy repetida en aquellos tiempos negros de los barcos en los que viajaban los exiliados de la segunda guerra mundial. La imaginación se alimentaba de las cosas que estaban viviendo, del mareo, del hedor de los cuerpos amontonados, del ruido opresivo y continuo de las maquinas.

Había escapado a Francia al final de la guerra civil española, había sido encarcelado por la delación de un traidor, estaba a punto de que lo tragase la ocupación alemana, fue enviado a un campo de prisioneros en el desierto del Sahara y se había escapado para subir a aquel buque que lo traería a México. Y durante la travesía, vio como se desplegaba ante sus ojos el drama que escribiría un poco mas tarde, escudando las mismas voces que inventaba. Adivinando el destino trágico de aquellos peregrinos a los que nadie quería.

El titulo fue “San Juan” por el nombre del carguero que va de puerto en puerto, sin que nadie lo acoja nunca y comienza a hundirse poco a poco. Como a tantos supervivientes, le angustiaba la intrusión de que sus recuerdos personales pudieran ser profecías.

Medio siglo después de tal suceso, la misma peripecia vuelve a repetirse, no en la ficción espectacular de un escenario, sino en la luz hirviente del océano y en las extensiones del pacifico e indico por las que navega un buque cuyos pasajeros nadie quiere aceptarlos, son afganos pero su claustrofobia será exactamente la misma, y también la espera monótona de distinguir a lo lejos una línea de la costa y quedar detenidos por fin ya creían estar muy cerca de ella: se paran cuando las maquinas del barco, se ve a los oficiales que van de un lado a otro, que hacen consultas y que miran con desagrado su cargamento humano.

los fugitivos mas viejos tendrán el aire inerte de quien ya solo espera morir; entre los jóvenes alguno planteara saltar al agua y llegar a nado a una costa; una mujer embarazada sentirá con alarma la agitación del feto de su vientre, temerá que su hijo nazca en ese pozo hediondo. Las lanchas militares rondaran el barco como si en su interior se escondiera el peligro de una hormigueante invasión, pero ninguna frontera quiere abrirse generosamente para ellos.

Quizá en los tiempos que se acercan, no habrá alambradas, ni guardias de seguridad, ni armas suficientes para contener la gran marea de quienes huyen de los diversos infiernos erigidos en el mundo por la crueldad Humana.

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