10 de abril de 2005

Eterna Senectud

Salgo a la calle un domingo por la mañana después de escuchar en la radio un informe sombrío sobre el porvenir demográfico que nos espera en un país con la natalidad más grande del mundo.

En algo teníamos que ser los primeros, decía el augur cenizo de la radio que mas de la mitad de la población mexicana, tendrá mas de 55 años a mediados del siglo XXI, pero según lo que veo en la calle, tengo la impresión de que la profecía ya se ha cumplido o que por esos errores o atajos en el tiempo, que son tan frecuentes en la ciencia ficción estoy ya paseándome en el año 2050.

No hay casi nadie en las aceras despejadas de mi barrio, salvo alguna anciana que pasea muy despacio, apoyándose en un bastón o una asistenta joven y de piel tostada de rasgos indígenas, algunas señoras mayores pasean a sus perros o entran a la iglesia cercana en la que he visto entrar a muy poca gente por debajo de la edad de jubilación, salvo algunos indígenas que buscan techo por una noche, ropa o comida. De vez en cuando un hombre de mediana edad, lee el periódico parado en la acera, esperando con una bolsa de plástico en la mano, a que su perro defeque.

No salgo sin estupor, caigo en la cuenta de que ese hombre puedo ser yo, que voy siendo ya un señor de mediana edad. Al fin y al cabo, lo mas familiar para cada uno no es el rostro, que no suele ver mucho sino la conciencia y la memoria y por la conciencia da la impresión de que pasa todo, menos el tiempo y que uno todavía no esta irreparablemente lejos de la época en la que un hombre de 45 años era esa cosa severa y lejana. Un adulto, un miembro de la generación de los padres, un habitante de otro mundo, de otra clase.

Me acuerdo de una consigna que a mis amigos y a mi rockeros urbanos nos parecía admirable como tantas cosas que nos llegaban, como tantas cosas de las remotas y cercanas sublevaciones contraculturales “no te fíes de nadie de mas de 30 años”

Era el comienzo de la creencia de que la juventud más que una frase, que un estado pasajero da la vida, era una condición sustantiva que lo definía a uno irrevocablemente. Uno era joven o era adulto en la misma medida en que podía ser proletariado o patrón y se vestía de cierta manera, tenia gustos y opiniones que por fuerza eran contrarias a las de los mayores, esa gente torva y enigmática, refractaria y hostil tan poco dignas de fiar que había cumplido ya mas de 30 años.

¿Qué edad tendrá ahora el que invento aquella consigna?

Es una evidencia notoria que nadie permanece joven para siempre, pero aquel juvenilísimo de entonces ha acabado convirtiéndose en una especie de ideología oficial, muy visible en el arte mas ideológico de todos, que sin duda es la publicidad. En los anuncios de las bardas y de la televisión, de los que ponen en el cine y en los suplementos juveniloides de los periódicos, la utopía de los años 60´s se ha cumplido: no hay nadie que tenga más de 30 años a no ser un amargado padre, profesor o policía.

Tampoco suele haber niños, desde luego porque quien se convierte en padre o en madre pierde una parte de su juventud, ve mermada su condición de hijo, su malagüeño estado de rebelde que sitúa toda responsabilidades la generación de los padres. Pero a los padres en el fondo también les da vergüenza serlo y les gusta fingirse amigos o colegas de los hijos, igual que a los dirigentes políticos les gusta parecer simpáticos y enrollados. No solo, no engañan a nadie, sino que además hacen el ridículo.

Los viernes por la noche en zonas de broncas alcohólica, se ve pasar a veces a un matrimonio que viene de cenar: van cohibidos, no exactamente asustados, pero si furtivos, forasteros en su propia ciudad. Queriendo a veces, mediante la ficción de desenvoltura, ocultarse lamentable condición de adultos. Todo va con retraso, y la infancia se prolonga tanto que las aulas en otro tiempo solemnes y austeras del bachillerato apenas son algo más grandes que las borrascosas guarderías.
Hacia el 2050, muchas de ellas se habrán reconvertido en clubes de la 3ra edad y no es improbable que entonces el domino y la baraja sean mas populares que el Pop y el Trash Metal, nadie se lo quiere advertir a quienes vivirán en un mundo espectral de ancianos, pero a mediano plazo la consecuencia practica de la actual hegemonía a la juventud será la proliferación de la vejez.

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