10 de abril de 2005

En las Novelas de Espias...

En las novelas de espías un rasgo que caracteriza a los agentes secretos era su perfecto dominio de la lengua del país en el que iban a infiltrarse. El melancólico George Smiley, héroe miope, gordito y carnudo de las mejores novelas de Jhon Le carre -que acabo para siempre con la guerra fría- era un experto en filología alemana y el placer mas intenso de una vida en general desolada lo encontraba en la lectura de los poetas barrocos alemanes del siglo XVII.

Los buenos espías eran capaces de hablar alemán o ruso sin ningún acento, y esa habilidad formaba parte tan integral de su oficio como el dominio de los códigos para descifrar mensajes, que la literatura tiende a embellecer el mundo y hacerlo mas rico y noble de lo que en realidad es, se nota mucho en el contraste entre las novelas de espías y las vidas y peripecias de los espías verdaderos.

La guerra fría se acabo, llevándose entre otras cosas una gran parte del talento narrativo de Jhon Le carre que ahora hace tediosos best sellers internacionales, pero en las nuevas guerras de sombras que siguieron sucediendo después de la caída de la unión soviética. Los servicios secretos norteamericanos, que uno los imaginaba los más preparados del mundo, se han encontrado a un enemigo más insidioso y temible que la autentica KGB: la ignorancia de los idiomas extranjeros.

En EU según cuenta N.Y. Times, la gente se interesa cada vez menos por otras lenguas que no sean el ingles y menos aun por otros idiomas en apariencia tan exóticos o tan difíciles como el árabe, de modo que los agentes del FBI o de la CIA pueden disponer de los sistemas mas sofisticados para interceptar comunicaciones entre agentes o grupos terroristas, pero no tienen manera de entender los mensajes que escuchan.

Era mas bien desconcertante, en los días que siguieron al ataque de las torres gemelas, ver al director del FBI solicitando por televisión interpretes de árabe y chino, como quien pide voluntarios para una emergencia. En un país con tanto dinero – y con tantos ciudadanos árabes y chinos- ¿nadie había previsto la necesidad de reclutar agentes que hablaran esas lenguas?

Cuando apareció el ya celebre video de Bin Laden en su refugio rupestre, la voz que iba traduciendo sus palabras en la televisión americana, habla un ingles tan torpe que casi costaba tanto entender como al propio Bin Laden. Y si no hay quien hable árabe menos, menos aun encontraran a los omniscientes servicios secretos americanos con agentes que dominen el Pastun, que al parecer es el idioma oficial de Afganistán.

En la época victoriana había viajeros con tal entusiasmo por los países lejanos en los que se internaban adquirían un dominio infalible del idioma y que llegaban a mimetizarse tanto entre los nativos, que muchas veces se quedaba a vivir entre ellos. Lord Richard Burton que trabajo al ingles cada una de las historias y de las procacidades innumerables de las mil y una noches, peregrino a la meca. Vestido como árabe y se atrevió a visitar el santuario de la KAABA, celosamente prohibido a los infieles.

Mucho antes, a principios del siglo XX, el Español, Ali Bei, viajo por Marruecos como un espía y como un peregrino apasionado por el descubrimiento de un nuevo mundo que le gustaba más porque era tan lejano del suyo y por una lengua en la que adquiría una nueva identidad tan fantástica como las ropas que se ponía y los lugares en que se aventuraba.

Lawrence de Arabia acabo pareciéndose tanto a los guerreros beduinos a los que alzo en rebeldía contra el imperio otomano que cuando volvía a Inglaterra ya era un forastero entre sus compatriota habitados por los sonidos de la lengua que había hecho suya por la nostalgia del desierto al que no iba a volver. Ahora los agentes secretos son poco amigos de viajar al extranjero y menos aun a esos países en los que les faltan todas las comodidades familiares de la vida, de modo que se quedan en sus oficinas de Washington o de nueva Cork absortos en las pantallas de sus computadoras

Aprendiendo nuevas destrezas de vigilancia por satélite y aprovechándose de los nuevos poderes que las leyes les otorgaban para espiar el correo electrónico de sus propios paisanos que son los únicos cuyo idioma comprenden, y si acaso amedrentando a algún inmigrante de piel morena y acento algo raro, al que se le extraviaron sus papeles o se ha quedado a trabajar ilegalmente lavando platos en un restaurante durante 12 horas al día.

Espiar a un inocente, asustar a una persona pacifica, son tareas mucho mas descansadas para un agente secreto que aprender una de esas lenguas imposibles que los extranjeros y los pobres se empeñaran en hablar.

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