1 de febrero de 2007

Los Hijos del Gran Desorden.

Ya lo dijo Darwin hace mas de 150 años: los seres vivos somos hijos del azar, ni siquiera las mutaciones genéticas tienen un sentido; es decir, que no es que las criaturas cambiásemos para adaptarnos mejor al medio, sino que las mutaciones se producen a tontas y locas, de manera espontánea y caprichosa. Y luego la selecciona natural se encarga de que solo prosperen aquellas transformaciones favorables para el organismo. Lo que equivale a decir que nuestra construcción genética es el resultado de una especie de rifa.

A pesar de el tiempo transcurrido desde la publicación de la teoría de Darwin. La idea del azar como el centro de todo, sigue siendo un pensamiento desolador y difícil de asumir. Nos pasamos la vida intentando darle sentido y un orden a nuestra existencia y la sola intuición del gran desorden universal nos deja temblando.Pero no es preciso subirse por las ramas evolutivas para saber que nuestra realidad depende la más extravagante casualidad.Si nuestro padre no se hubiese encontrado con nuestra madre, en aquel tren, al salir del cine, en aquella oficina, ¿ahora mismo donde estaríamos? Mas aun: si en el justo momento de nuestro origen hubiese nadado con mas fuerza otro espermatozoide, o si el feliz encuentro entre el panzudo óvulo el afanoso nadador se hubiera dado varias horas antes o varias horas después ¿seguiría siendo uno mismo o quizá seriamos nuestro hermano?

Ahora bien, se puede ver como lo importante es que para uno mismo y en realidad depende uno de una nimiedad vertiginosa.Hasta hace poco, los intelectuales influidos por el pensamiento marxista concedían mucha importancia alas estructuras económicas y sociales que a los individuos.Según esta concepción del mundo, Hitler hubiera sido una pieza más dentro del engranaje y aunque Hitler no hubiera existido como tal de cualquier manera hubiera habido un “Fürer”. Pero lo espeluznante es justamente eso: que la realidad es un juego de casualidades que los ingredientes se suman o restan al azar y que la variación en uno solo de los componentes puede producir un resultado totalmente distinto.Somos hijos del azar en fin y mejor será aprender a tragar tan amarga píldora pero por otra parte y aunque los humanos no controlamos lo que sucede, si somos dueños de nuestra propia respuesta ante el destino. La manera en que nos comportamos frente a las circunstancias depende de nosotros; a veces el margen de elección es mínimo, pero aun así siempre podemos escoger. Podemos decidir y esa opción por ínfima que sea es lo que nos hace libres dentro del caos.

Enrique Pérez H.Enero 2005

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