7 de febrero de 2007

Otros Tiempos

De pronto, el periódico en vez de informarme sobre el día anterior, me devuelve a un pasado más antiguo que mis recuerdos.

En el Periódico perezoso del domingo encuentro una crónica extraordinaria sobre los campesinos que recogen la cosecha de cebada. Y me acuerdo de cosas que me contaron hace mucho tiempo y que quedaron impresas en mi memoria infantil con la fuerza y claridad que no siempre tienen los recuerdos personales.

Cuentan los viejos campesinos que cuando eran jóvenes, los campesinos sin tierra se congregaban al amanecer bajo los portales de la plaza que tiene una torre con un reloj y la estatua de bronce de un general. Esperando a que llegaran los terratenientes a ofrecerles un jornal.

No siempre había trabajo, salvo en las épocas de la siega o cosecha, se necesitaban tantos hombres como los que esperaban en la plaza, en una quietud rumorosa, estáticos, con camisas blancas y pantalones de pana y cigarro en los labios, imagino, casi recuerdo, todavía de noche, mientras lo capataces o los patrones desayunaba demoradamente en el café cercano a la plaza y que estaba abierto a esas horas de la madrugada y que después se convirtió en una sucursal bancaria en el tiempo que si pertenece a mi memoria.

La juventud de la generación de nuestros padres no fue menos dura que la de nuestros abuelos, no hubo en medio del espejismo de la justicia de la republica, los años en los que los campesinos tuvieron sindicatos y hasta la firme esperanza de poseer tierras pero años después el gobierno los había convertido de nuevo en rehenes de los Terratenientes y ni los jornales y las condiciones de trabajo eran mejores que 20 o 50 años atrás. Cuentan que algunos años, el jornal entero de un día no alcanzaba para comprar una hogaza de pan.

A principios del Siglo XX, los campesinos llegaban a la plaza todavía muy noche donde los capataces se paseaban a caballo y con gesto de la mano que sostenía la fusta, iban eligiendo a los que tendrían la ocasion de trabajar. Los mas dóciles desde luego eran los que aceptaban el jornal mas bajo y las peores condiciones, porque si uno se negaba, enseguida había otro dispuesto a aceptar un grado mayor de humillación.

Dormían en las mismas cuadras que los Animales o en el tajo de la siega. Se alimentaban de tortillas duras y frijoles rancios. Trabajaban de Sol a Sol y sin descanso durante toda la cosecha, la siega o la vendimia. Pero un dia de lluvia tambien era un dia sin jornal y quien caia enfermo estaba condenado al hambre. El Hospital no era el sitio donde la gente se curaba, sino donde los pobres iban a morirse en grandes salas espectrales y heladas con olor a cloroformo y orines.

Cuando uno es niño, se escuchan las platicas de los mayores y la imaginacion es tan fervorosa que hata parece que uno las ha visto, las ha vivido y puede recordarlas. Pero un dia se abre el periodico y se ven identicas sucediendo ahora mismo en la cruda luz de la actualidad la actualidad del periodico mirando hacia la unica luz encendida a esa hora, que era la de la cafeteria donde los capataces, terratenietes o dueños de los campos cenaban o desayunaban tranquilamente administrandose el tiempo con la regalada lentitud del que manda. Cuando salgan a examinar con cusiosidad o desden las caras cobrizas que los esperan.

Quiza con un poco de burla, disfrutando del raro privilegio de saber que tienen en sus manos el porvenir inmediato de un hombre.

Solo pocos seran los elegidos y pasaran el dia entero recogiendo la cosecha, cargando cajas en camiones y cuando terminen las interminables horas de trabajo aun deberan esperar que el capataz o dueño se digne a pagarles el jornal y es posible que esa noche tengan que dormir en un suelo tan duro como el de las cuadras de los cortijos de otros tiempos y que mañana antes del amanecer nadie los elija cuando regresen a la plaza.

Releo la cronica y apenas encuentro una ligera diferencia entre lo que ocurre ahora y lo que me contaban de niño. Ahora en lugar de caballo, los terratenientes, capataces o dueños de las tierras llegan en sus camionetas ultimo modelo.

que los campesinos se congregaban mucho antes del amanecer en la plaza principal

Enrique Pérez Huerta.
2000-2006

*Nota.
Este texto fue leeido en presencia del Sub Comandante Marcos y entregado a el en el marco de la otra campaña, el 4 de marzo del 2006 en el Teatro de la Republica de Queretaro, Mexico.

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