10 de abril de 2005

Escribir y publicar es...

Escribir y publicar es como disponer de una casa de varias plantas, con bastantes habitaciones dotadas de balcones y ventanas. Hay artículos que inesperadamente solicitan, de urgencia, que son como pasadizos que conducen desde un lugar desconocido, ese sótano de la mente donde se tenia acumulada información son saber que un día podría necesitarse, hasta la ventana que da a la calle a la que las labras serán arrojadas para que participen en un gigantesco Puzzle publico del que uno nunca esta seguro de que sirva para aclarar la confusión o aumentarla. Pero allí esta uno, es su oficio: alguien relevante se muere y uno tiene que contar como era cuando se le conoció, o bien ha estallado algo más en alguna parte y siente uno la necesidad de explicar los porqués de todo ello.

En otras ocasiones se trata de un rito no sujeto a la actualidad pero igualmente vicario suyo. El ser escribiente se va desarrollando en medio de un mundo que avanza o retrocede, y escribir en este caso, se parece mucho a permanecer en una habitación cuyo contenido, por mucho que uno lo conozca, nunca deja de sorprender, y se tienen que abrir los armarios y revisar el contenido una y otra vez, clasificarlo y destacar esto y el otro, según la ocasión, mas para orientación propia que ajena.

De pronto conmociona la existencia de rincones oscuros que es imprescindible tratar de exorcizar y cuando se consigue enfocarlos con la luz de una mirada nueva, a veces sombría y otras muchas veces risueña, lo único que se puede hacer es salir al balcón y exponerlos como quien tiende al sol una manta vieja que precisaba recibir aire fresco para que no se descomponga, lejos de ser un juez multicefalo que es lo que llamamos lectores o publico.

Ahora que el tiempo me permite tomarme unas vacaciones, en lo que respecta a esta pagina. Pienso en el símil de la casa, sus habitaciones y sus ventanas, y creo poder decir que estos artículos son para mi como subir a la azotea cargada de ropa limpia y húmeda, para colgarla de las cuerdas mientras sujetos las pinzas entre los dientes y el aire de la ciudad peina mis palabras y las esparce con benevolencia de una mañana de domingo

Los espasmos de malhumor, de indignación, tan tentadores en los escritos de publicación inminente y distancia corta, pierden su razón de ser cuando se trata de ofrecer artículos como esas crónicas semanales que pretenden hacer reír, o simplemente apartar su mente de las preocupaciones, después de que yo mismo he conseguido alejar de mis cercanías determinadas cosas que demasiado a menudo surgen de la realidad para inquietarme con la angustia o la sospecha. Por sombrío que me parezca el panorama, siempre acabo diciéndome: “es domingo demonios”

Nadie sabe nunca que pueda ocurrir cuando ha tendido sobre las cuerdas la ropa recién lavada y la ha dejado expuesta a la benevolencia del aire lector que surca las azoteas los domingos pero en el fondo uno sabe que ese despliegue de inocuas prendas con olor a jabón y días de fiesta no resultaran inicuas y si, se puede, un alivio momentáneo contra la inequidad. En todo caso, lavar sin restregar, tender y dejar secar no es una actividad ofensiva para quienes la reciben sin alambrada de púas.

Si el futuro quiere, durante esta ausencia estaré habitando otras estancias, abriendo otros balcones, pero en ningún momento desaparecerá en mi la nostalgia por los domingos venideros. Se trata de una nostalgia que tiene los labios manchados de vermu y una cierta pereza de primera sesión de tarde en cine casi vacio: muy llevadera

Es como tomar un tren sabiéndose de memoria las estaciones en las que se detiene. Tarde o temprano, nuestros habitáculos se desvanecen, pero esta cita convierte las desapariciones en llevaderas

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