10 de abril de 2005

Este oficio mió de Escribir...

Este oficio mió de escribir, tiene la mitad de vida secreta y la mitad de exhibición de escaparate, parte de siembra aliñada de gozo y dolor, seguida de una temporada de siega y venta en la que se mezclan satisfacciones e inseguridades, me ofrece en ocasiones, cuando me asomo al exterior, fugaces encuentros que provocan chispas duraderas, como si yo mismo estuviera enviando mensajes a través de quienes me leen desde mas cerca, aunque no nos conozcamos personalmente. Aparece alguien que te mira a los ojos y descubre la oculta razón de algo que vagamente estabas queriendo preguntar.

Semanas atrás, una mujer mayor, (iba a poner “de edad respetable”, pero me he detenido a tiempo: cada edad lo es, o no según el respeto que merezca cada cual) se me acerco y me hizo un regalo extraordinario: una pequeña caja de plástico transparente con una brújula diminuta pegada en el fondo y, a modo de guarnición o compañía, un casi inaprensible, por chiquito, pajarito de papel. Aquella amante de la papiroflexia ni siquiera me proporciono su nombre, y yo, atareado como estaba en aquel momento, le di las gracias y guarde el obsequio en mi chaleco, posponiendo para que cuando estuviera a solas la reflexión consiguiente.

Mas tarde la habitación del hotel, cuando vacié el chaleco sobre la cama. Brillo sobre la colcha mi frágil cajita, con su fantástico contenido. Di vueltas con ella por el cuarto y las agujas se pusieron en acción; tire con delicadeza de las patas de la figura de papel, tal como me había indicado mi anónima amiga, y el pajarillo aleteo. Pero en aquellos instantes mi reflexión resulto superficial. Recordé que la brújula era uno de los 3 objetos mágicos de mi infancia, junto con el imán y la lupa. Con el tiempo, los imanes se han ido banalizando y hoy en día no hay puerta o refrigerador que no los tenga incrustados; una editorial me regalo una lupa de propaganda, pero nunca hasta ese día en que se me acerco mi anónima amiga había sido privilegiado con una brújula y menos de fabricación casera. En cuanto al pajarito, recordé que en la película de Blade Runner aparece un policía misterioso y aficionado a fabricar unicornios de papel que cambia la vida del protagonista. Decidí que aquel regalo iba a hacer algo por mi, aunque todavía ignoraba que.

Días mas tarde, regrese a mi país desde La Habana, Cuba. Era uno de esos viajes que me doy y cuyo verdadero objetivo enmascaro con motivaciones distintas de las que en realidad me orientan. Me había dicho que tenia que hacer ese viaje para recabar datos y notas para algunos de mis escritos, y eso hice, pero guarde la cajita en mi mochila y eso lo cambio todo. La lleve siempre conmigo, camine buena parte de La Habana con ella y en el balcón de mi habitación y del habitual y amado Hotel Deuville de la Capital Cubana. Mientras daba vueltas con la brújula en la mano comprobaba su orientación al tiempo en que miraba las constelaciones que emergían entre los bloques de hormigón y cantera del malecón y el castillo del morro, edificios nuevamente fantasmales (esta vez no por la destrucción, sino por estar algo deteriorados y el insuficiente alumbrado publico, quizá para la eternidad o para alguna revolución futura) encontré la razón de mi viaje.

Una mujer a quien había conocido hacer 10 o 12 años a quien había conocido en mi ciudad natal México DF.se encontraba en algún lugar de aquel paisaje, entre las4 agujas que señalaban los 4 puntos cardinales de La Habana, ¿Por qué me había resistido a admitirlo? Por miedo a que le hubiese pasado algo o que ya no estuviese allí. No es facial ser cubano en Cuba y menos en cualquier otra parte del mundo.

Y así fue como una desconocida me condujo hacia alguien que creía que nunca volvería a ver. He escrito este artículo para dar las gracias a la mujer de la brújula, para contale que su regalo me acompaña y algo mejor aun: me oriento cuando ni siquiera sabia que rumbo tomar.

No hay comentarios.: